Caldo de Huesos
- Sandra Verástegui
- 2 oct
- 6 Min. de lectura

Si me preguntas que es el caldo de huesos, te diré que es un caldo sin más, pero si me pillas sentimental, te diré que es un elixir ancestral para la salud. Y no, no te exagero.
Pido perdón de antemano si me excedo de más en esta entrada, pero tengo la imperiosa necesidad de compartirte lo que fue para mí uno de los mayores descubrimientos cuando empecé a cambiar mi alimentación.
Siguiendo la lógica de aprovechar al máximo todos los recursos del animal y no porque se haya puesto "de moda" entre gurús de la nutrición o se venda como el nuevo súper alimento del momento, el caldo de huesos es un alimento que conecta con nuestras raíces más ancestrales. Al igual que el consumo de vísceras, el caldo de huesos ha sido parte fundamental de la alimentación humana desde tiempos inmemoriales. Nuestros antepasados ya lo cocinaban como remedio casero, y por muy buenas razones.
Se elabora cociendo lentamente huesos de animales durante varias horas, normalmente entre doce y veinticuatro en olla de cocción lenta, con el fin de extraer sus nutrientes. Durante este proceso, los huesos liberan una serie de minerales, colágeno, gelatina y aminoácidos esenciales que tienen un impacto directo en nuestra salud. No solo es una excelente forma de aprovechar completamente el animal, sino que es uno de los alimentos más reparadores que existen. Además de estar tremendo. Y es que, en un mundo lleno de suplementos encapsulados y de atajos "rápidos", el caldo nos recuerda que lo simple sigue funcionando. Es barato, accesible y lo más importante, el cuerpo lo reconoce: no necesita traducción.
Ahora bien, ¿qué beneficios nos puede aportar el consumo de caldo de huesos?
Regeneración y protección del intestino:
Uno de los beneficios más poderosos es su capacidad para reparar y fortalecer el revestimiento intestinal, algo crucial para aquellos que sufren de intestino permeable o problemas digestivos. En el intestino permeable, la barrera que normalmente protege los intestinos se debilita, permitiendo que sustancias dañinas como toxinas y bacterias pasen al torrente sanguíneo. Esto desencadena inflamación, reacciones autoinmunes y problemas de salud sistémicos.
El colágeno y la gelatina presentes en el caldo de huesos son fundamentales en este proceso. La gelatina actúa como un reparador natural, ayudando a regenerar el tejido dañado y sellar los agujeros en el intestino, lo que lo hace especialmente útil en enfermedades como la enfermedad de Crohn, el síndrome del intestino irritable o la enfermedad celíaca. También es eficaz para aquellos con sensibilidad a ciertos alimentos, ya que contribuye a reducir la inflamación y fortalecer el sistema digestivo en su conjunto.
Beneficios en enfermedades autoinmunes
Las enfermedades autoinmunes, como la esclerosis múltiple, la artritis reumatoide o la psoriasis, están relacionadas con la inflamación crónica y desequilibrios en la barrera intestinal, afectando también a nuestros bichitos internos: la microbiota. Al consumir caldo de huesos de forma regular, se ayuda a reducir la inflamación sistémica, permitiendo que el cuerpo responda de manera más equilibrada a las agresiones externas.
El caldo es rico en aminoácidos como la glicina y la prolina, que desempeñan un papel crucial en la modulación del sistema inmune. La glicina, por ejemplo, no solo es antiinflamatoria, sino que también ayuda a desintoxicar el cuerpo al apoyar la función del hígado, que es clave en cualquier proceso de recuperación. Sin duda, es uno de mis mejores aliados para mantener a raya mi psoriasis.
Soporte para las articulaciones y huesos
El colágeno presente en el caldo de huesos es esencial para la salud de las articulaciones. A medida que envejecemos, nuestros niveles naturales de colágeno disminuyen, lo que puede llevar a problemas en las articulaciones, como artritis o dolores articulares. Su consumo regular ayuda a mantener las articulaciones lubricadas y reduce el dolor asociado con la degeneración del cartílago.
Además, es una fuente rica en minerales como el calcio, el magnesio y el fósforo, todos esenciales para la salud ósea. Consumirlo de manera regular es una manera de mejorar la densidad ósea y prevenir afecciones como la osteoporosis. Como muchos ya sabéis, hace seis meses me realizaron una cirugia ortognática bimaxilar. Para quien no lo sepa, se trata de una operación mayor en la que se reposicionan los huesos del maxilar superior e inferior, corrigiendo tanto la mordida como la estructura facial. Es una intervención delicada que implica cortes en el hueso y un proceso de regeneración largo y muy exigente. Doy fe de ello. En otras palabras: te desarman y te arman de nuevo como un Mr. Potato.
En mi caso, la recuperación ha ido sorprendentemente bien. Los controles radiográficos mostraban una regeneración ósea más rápida de la que se esperaba. Como no podía masticar, me nutría básicamente de caldo de huesos. No sé cuántos litros me podía zampar en cuestión de días, pero os aseguro que fue bastante. No diré que mi pronta recuperación fue culpa del caldo, ya que fue un conjunto de acciones que llevé a cabo, pero sí que fue lo que marcó la diferencia.
Mejora de la digestión y la salud general del sistema digestivo
Además de sus efectos en el intestino permeable, el caldo de huesos es ideal para mejorar la digestión en general. Los aminoácidos presentes, como la glicina, ayudan a aumentar la producción de ácido clorhídrico en el estómago. Y esto es más importante de lo que parece.
Cuando hay poco ácido estomacal, las proteínas no se digieren bien, los nutrientes se quedan a medias y lo que es peor, las bacterias que no deberían llegar vivas al intestino lo hacen. Ese desequilibrio favorece fermentaciones molestas, sobrecrecimiento bacteriano (como el famoso SIBO) e incluso patologías más complejas a largo plazo.
Al favorecer una buena producción de ácido estomacal, la glicina ayuda a cortar de raíz esos problemas: se digieren mejor las proteínas, se absorben más nutrientes y el intestino queda menos expuesto a huéspedes indeseados. Por eso, muchas personas que lidian con indigestiones, gases o reflujo encuentran alivio incorporando caldo de huesos de manera regular.
Fortalece el sistema inmunológico
Uno de los efectos más interesantes del caldo de huesos es cómo actúa sobre el sistema inmunológico: ayuda a que no viva en un estado de alarma constante. No es tanto "tener más defensas", sino tenerlas afinadas, respondiendo cuando toca y descansando cuando no. Esa regulación es la que marca la diferencia entre un cuerpo que cae en cada resfriado y otro que los atraviesa con más resiliencia.
Lo curioso es que aunque ahora lo respaldan estudios, este conocimiento y sabiduría siempre estuvo ahí. Nuestras abuelas no hablaban de aminoácidos ni antioxidantes, pero sabían que un buen caldo calentaba por dentro y ayudaba a que te sintieras mejor. Esa medicina tradicional, hoy en día podemos decir que tiene todo el sentido del mundo. Y es gracias a los avances de la medicina moderna. Por eso siempre digo que una no excluye a la otra, sino que deberían considerarse complementarias.
Piel, pelo y uñas saludables
El colágeno no solo sostiene nuestras articulaciones o reviste nuestro intestino: también es la proteína que da firmeza y elasticidad a la piel, que mantiene el cabello fuerte y las uñas resistentes. No hablamos de un milagro antiedad, pero sí de un aporte constante de gelatina y aminoácidos que ayudan a que la piel retenga mejor la hidratación, que las arrugas aparezcan más tarde y que el pelo y las uñas crezcan con más fuerza. Lo curioso es que lo que hoy nos venden encapsulado o en cremas carísimas, nuestros abuelos lo obtenían de un plato caliente en la mesa.
Y aquí está la diferencia: no es lo mismo untar colágeno sobre la piel que darle a tu cuerpo los ladrillos o bloques de construcción que necesita para regenerarse desde dentro. Ahí está la verdadera eficacia del caldo de huesos: en su sencillez, en su forma ascentral de devolvernos un poco de esa vitalidad que creemos perdida. A veces nos obsesionamos tanto con lo que nos intentan vender los medios tanto en forma de suplementos como en cremas que nos prometen el santo grial de la juventud, que nos olvidamos de que la naturaleza ya nos provee de lo que realmente el cuerpo necesita.
Dicho todo esto, igual te preguntas cómo puedes incorporarlo en tu rutina diaria. Es más sencillo de lo que parece. Puedes beberlo directamente como una sopa. En invierno es mi cena por excelencia: le pico un huevo cocido, le echo un poco de queso rallado a modo “fideos” y está que te mueres de rico. También lo puedes usar como base para otras recetas, como por ejemplo en guisos o beberte un vasito antes de la comida si te
apetece y quieres tener una buena digestión.
En definitiva, no sé si me he excedido o no en esta entrada, pero algo ha quedado claro... me apasiona el caldo de huesos. Sin duda está en mi top tres alimentos imprescindibles si quieres mantener un estilo de vida saludable y mejorar algún tipo de patología de las que he nombrado anteriormente.
No es una moda ni un truco de cocina: es un recordatorio de que muchas veces la respuesta está en lo simple, en lo que ya estaba ahí mucho antes de que empezáramos a encapsularnos la vida y creer en etiquetas milagrosas. Es volver a lo básico, a lo que nutre de verdad. Porque al final, la belleza, la salud y la vitalidad no vienen de lo que nos untamos por fuera, sino de lo que construimos cada día desde dentro.
—La Favorita





