Con los ojos cerrados
- Sandra Verástegui
- 9 oct
- 3 Min. de lectura

Vivimos rodeados de ruido, de prisas y de verdades heredadas. Nos creemos despiertos pero en realidad caminamos medio dormidos, cumpliendo rutinas, persiguiendo validaciones, girando sobre un eje que no elegimos pero que tampoco cambiamos. De vez en cuando, algo nos sacude y nos recuerda que existe una realidad más allá de lo visible. Eso significó para mí el texto que os voy a compartir hoy. Es un fragmento breve, pero carga con una mochila llena de significado, la cual me apetecía desmenuzar y compartir por aquí. Espero que os guste tanto como a mí:
Los ojos de los hombres están cerrados como si fuesen bueyes de molino con los ojos vendados, buscando como hormigas bajo una taza invertida... Ustedes no han hecho lo que hicieron sus antepasados y sin embargo quieren ser como ellos.
Golpeen la Puerta…
“Los ojos de los hombres están cerrados…”: no habla de una ceguera física, sino de una inconsciencia voluntaria. No es una falta de visión, es una falta de disposición a mirar. Ver exige valentía.
“… como si fuesen bueyes de molino con los ojos vendados…”: el buey trabaja, cumple su función pero no sabe hacia dónde va ni por qué hace lo que hace, simplemente gira. El vendaje en los ojos simboliza la inercia de una vida rutinaria, en círculos, donde uno ni siquiera cuestiona el sentido del movimiento. Actuamos en automático, con el piloto encendido y creemos que eso es vivir.
“…buscando como hormigas bajo una taza invertida…”: las hormigas representan la búsqueda incansable pero desorientada. Su naturaleza las empuja a moverse, a explorar. Pero la taza invertida — el sistema de creencias, la estructura mental, cultural o espiritual en la que están atrapadas— impide cualquier posibilidad de salir. No es que no haya búsqueda, es que se busca dentro de un límite invisible, en un mundo cerrado donde ninguna salida es posible.
“Ustedes no han hecho lo que hicieron nuestros antepasados…”: el hombre venera a los grandes del pasado, pero no viven como ellos. Quieren los frutos sin sembrar la semilla. Quieren la sabiduría, el conocimiento y el poder sin el sacrificio que eso conlleva.
“…y sin embargo quieren ser como ellos.”: no basta con leer a los antiguos o citarlos. Ser como ellos implica vivir la misma profundidad, la misma renuncia, la misma búsqueda real... Disciplina, esfuerzo, compromiso. La tradición no es una forma, es una alquimia interior. Y esa alquimia no se hereda, se encarna.
“Golpeen la Puerta…”: de nuevo, no se trata de algo físico. Es un llamado a despertar del automatismo, a buscar más allá de lo visible, a romper la taza, a quitar el vendaje, a salir del molino. Es una invitación a vivir de manera consciente. Golpear la puerta es el primer acto de alguien que ha entendido que está dormido y desea despertar.
Yo fui ese buey con los ojos vendados. Durante mucho tiempo caminé en círculos, convencida de que avanzar era lo mismo que moverme sin parar. Pensaba que vivía. Sin embargo, con el tiempo me di cuenta de que simplemente estuve sobreviviendo. Pero un día la rueda se volvió insoportable. Mi cuerpo habló y la vida frenó. Aquella rueda que me mantenía en automático, en un mundo de rapidez, excesos y falsos éxitos paró en seco.
Quizá el verdadero problema no es la falta de información, sino la abundancia de ruido en el que vivimos hoy en día. Me hizo falta perderme, poner mi vida patas arriba, despedirme de lugares y personas para que cayera esa venda. Y aunque dolió, fue ahí donde empecé a sentirme viva. Dejé de correr y empecé a mirar.
Vivimos tan pendientes de lo que dicen o hacen los demás, que olvidamos mirar hacia dentro. Nos perdemos observando vidas ajenas, opinando, comparando, juzgando... como si eso nos diera algún tipo de propósito. Hay quienes viven para señalar, para alimentar conversaciones vacías, para llenar su propio silencio con el ruido de otros. Pero mirar fuera no sana lo que tenemos dentro. Solo nos aleja más de nosotros mismos, de lo que realmente importa.
Despertar no siempre implica grandes gestos, a veces empieza en lo más simple: en volver a pensar por uno mismo, en cuestionar lo obvio, en recuperar la capacidad de sentir lo que es verdad para nosotros.
Porque con los ojos cerrados se sobrevive, sí... pero solo con los ojos abiertos se vive de verdad.
—La Favorita




